Hace una semana, el oficial Alberto, de la Policía Municipal de Madrid, recibió un especialísimo encargo: escoltar, junto a otros cinco agentes motorizados, a los Reyes Magos en su traslado desde la Casa San Justo, donde están alojados estos días por invitación del cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, hasta la catedral de la Almudena. La misión era este viernes, 3 de enero, con motivo del encuentro que mantendrían Sus Majestades de Oriente con las familias.
Y así es como a las 16:30 horas ya estaban los policías a las puertas, esperando. Con la misma ilusión de cuando eran pequeños. «Volvemos a ser niños», sonríe abiertamente el oficial, poco antes de organizarse junto a sus compañeros para subir a las dependencias donde los Reyes, con sus pajes, esperan el momento de subirse a los coches.
Si los niños estaban nerviosos, los Magos de Oriente no eran menos. Emocionados y expectantes. Les hacía mucha ilusión volverse a encontrar con ellos en la catedral, como el año pasado, cuando tan buena acogida tuvieron. Y, además, renovaban su adoración al Niño Jesús, como hicieron en Belén hace más de 2000 años.
Diez minutos antes de las cinco de la tarde hacían su salida de la Casa San Justo para subirse a sus coches oficiales con las banderas del lejano Oriente. A las puertas estaba David junto a su familia. «Ay madre los Reyes, que ya están ahí», decía su abuela, Pilar. Originarios de Caspe (Zaragoza), habían venido a pasar el día a Madrid y al salir de comer se encontraron con la «sorpresa extra» de poder ver a los Reyes Magos en vivo y en directo. David, que no puede estar quieto de la emoción, se le olvida justo en ese momento de lo que les ha pedido en su carta —que ya envió hace días, por cierto—, pero su madre le ayuda: libros, una bola del Mundo…
Camino a la catedral escoltados
El camino a la catedral, escoltados, se convertía en todo un acontecimiento para las personas que en esos momentos paseaban por las calles San Justo, Sacramento y Mayor. Los niños saludaban y los mayores se sorprendían. «Si giran a la derecha en el semáforo es que van al Palacio Real», vaticinaba uno de ellos. Su destino no era exactamente ese, sino la catedral de la Almudena, donde, como David, estaban a esa hora ya los cientos y cientos de niños que se agolpaban a la entrada y en su interior, junto a sus padres. Ilusión, caras emocionadas, las cartas en las manos… Imposible mantenerse quietos del puro nervio.
«¡Baltasar, que nos hemos portado muy bien!», le decía una madre al rey haciendo de portavoz de sus hijos, que lo miraban con la boca abierta. Se habían bajado los Reyes de sus coches a los pies de la escalinata que da acceso al templo frente a la Plaza de la Armería. Allí esperaba a recibirlos el cardenal Cobo, muy sonriente, anfitrión de tan ilustres huéspedes, que había animado con un mensaje a todos los niños a acudir a la cita. Un conjunto de música formado por trompetas, trombones, tambores y timbales de los Heraldos del Evangelio hacían sonar El Camino que lleva a Belén mientras la comitiva real se preparaba para acceder al templo, solemnes, majestuosos, regiamente vestidos y con sus regalos listos para entregarlos al Niño Jesús. Oro, incienso y mirra.
Al llegar al presbiterio, ante el Niño en su cuna, se arrodillaban, de uno en uno. Quizá recordando los olores, los sonidos, las sonrisas de José y María, de aquella noche estrellada en que, después de haber recorrido un largo camino siguiendo la estrella, adoraron a ese bebé Dios que acababa de nacer. Y los niños en la catedral, con sencillez, como aquellos pastores del Belén de entonces, hacían un ratito de silencio junto a los magos y el cardenal, juntos, como Iglesia que camina en Madrid, ante Jesús.
«La vida cristiana es un continuo viaje para llegar a Dios»
«Gracias papás y mamás, abuelos y abuelas, que os habéis acercado aquí porque queréis seguir la luz de la Navidad», saludaba el cardenal Cobo a los presentes, después de dar la bienvenida a los Magos. «Es todo un honor que antes de las cabalgatas, de la noche de regalos, quieran venir aquí, a la casa de los cristianos, para lo más valioso de la Navidad: adorar a Jesús que se hace niño estos días».
El arzobispo de Madrid continuaba su saludo manifestando a Sus Majestades que «vuestra llegada nos recuerda a todos que es posible encontrar a Cristo, que la fe no tiene fronteras y que el amor se extiende a todas las naciones, razas y culturas». Y continuaba: «Con sus ofrendas nos enseñan que la verdadera grandeza está en ponerse en marcha; salir de casa para poder adorar a Jesús y aprender a reconocerlo siguiendo las estrellas».
Recordó a los más pequeños que la estrella que iluminó a los Magos «es Cristo, Jesús, la esperanza de los pueblos y el Príncipe de la paz». Y hoy, añadió, «cada uno sois una estrella que puede guiar a otros, a conducir y a llevarlos a Jesús». Y también los ha animado: «¿Sabéis que vosotros también podéis ser Reyes Magos? Cuando compartís un juguete, ayudáis en casa, miráis a Jesús…».
En este sentido, el arzobispo de Madrid ha recordado que «los Magos de Oriente nos dan un mensaje: seguid siempre a Jesús, Él es el que nos hace felices». Y para eso, «no olvidéis a los amigos de Jesús». «A veces —ha observado—, os cuesta ir a Misa, rezar, ir a catequesis, pero cuidando esas cosas podemos hacer lo que los Magos, llegar a Jesús y vivir la alegría fundamental».
Para concluir, el arzobispo de Madrid se ha vuelto a dirigir a los Reyes Magos: «Gracias por recordarnos que la vida cristiana es un continuo viaje para llegar a Dios».
Los niños piden por la paz
Por su parte, los Reyes Magos han respondido a algunas preguntas y así los niños han podido oír las voces de los Reyes Magos, tan melodiosas. El rey Gaspar ha asegurado que, a pesar del largo viaje a Madrid, «no estamos muy cansados», sobre todo porque cogen fuerzas de la «magnífica bienvenida que nos ha dado el señor cardenal» y de «ver las caras de los niños».
El rey Baltasar anunciaba que «este año los niños piden especialmente el don de la paz» y confirmaba lo que los Reyes han pedido al Niño Jesús para ellos en este año, que además es Año Santo: esperanza. Y también por «los cansados, los enfermos, los ancianos, y todos los niños que no tienen papá y mamá».
La fiesta de los Reyes en la catedral concluía con la entrega de cartas. Sentados en sus tronos en el atrio de la calle Bailén, Sus Majestades han ido recibiendo uno por uno a los niños que hacían cola, que daba la vuelta a la catedral entera. Llovizneaba en ese momento en Madrid. Pero niños —y padres— no lo notaban. Los Reyes Magos estaban allí, esperándolos. Y eso valía todo la pena.
Una comitiva de 1.500 personas formarán parte de la gran cabalgata de Reyes que el domingo 5 de enero recorrerá las calles de Madrid. Entre ellas, una veintena de jóvenes voluntarios de la Delegación de Jóvenes de la diócesis de Madrid que, vestidos de pastorcillos, acompañarán la carroza diocesana. Es la primera vez que la Iglesia que camina en Madrid participa en la cabalgata organizada por el Ayuntamiento, y lo hará con una imagen gigante de la Sagrada Familia.
Una carroza sencilla, con una Nacimiento, «con un grupo de jóvenes que son verdaderos pastores que acompañan la carroza», saludan, felicitan a la gente, diciéndoles que «Dios está entre nosotros», porque el belén «nos recuerda el acontecimiento fundamental de la historia». Así lo ha explicado Óscar García Aguado, vicario de las Vicaría IV y V, en El Espejo de COPE.
En definitiva, ha afirmado, se trata de darle el verdadero sentido de la Navidad. «Estamos acostumbrados a ver las carrozas de la parroquias en los distritos, en los barrios» para trasladar la alegría por el Nacimiento de Dios, pero ahora se hará con una mayor presencia a través de la cabalgata organizada por el Ayuntamiento de Madrid. «Es poner a Dios en medio de las calles de Madrid a través de esta imaginería preciosa que vamos a tener».
«La gente necesita que se le acerque la buena noticia, que es la de un Dios que nos acompaña en nuestra historia cotidiana», ha continuado el sacerdote. Una presencia que ya se hace en el Corpus Christi o en Semana Santa, y también en Navidad, y «no solo en las tiendas con las luces». Es decir a los conciudadanos, en la calle, que «puede usted tener una buena noticia para su vida, y es que no está solo». Esto, ha concluido, es la nueva evangelización.
La noche de los deseos cumplidos
La cabalgata de Madrid arrancará el domingo 5 de enero de la plaza San Juan de la Cruz a las 18:00 horas, precisamente donde se encuentra la sede de Jóvenes de Madrid, y desde allí iniciará su recorrido hasta la Plaza de Cibeles. Las carrozas de Melchor, Gaspar y Baltasar han sido construidas y diseñadas con tres tronos y se han inspirado en el mundo del juguete victoriano. Irán precedidas de otras nueve carrozas (entre ellas la de la diócesis), encabezadas por la estrella de Oriente, esa que siguieron los magos hasta Belén, y que llenará de magia y colorido Madrid.
La carroza de la diócesis ha sido elaborada para la ocasión por maestros artesanos, los mismos que han hecho el resto. Será una síntesis de lo esencial del misterio de la Navidad: la ciudad de belén, los pastores que van adorar y el Nacimiento, representado por figuras que alcanzan los tres metros de altura.
Más de 260 pajes reales repartirán 1.200 kilos de caramelos en un gran desfile en el que habrá baile, música de percusión y trompetas, así como un equipo de sbandieratori florentinos de Bandierai degli Uffizi que, con sus trajes históricos, sus movimientos sincronizados y sus lanzamientos de banderas al cielo, llegan a Madrid para amenizar el desfile.
Mientras la comitiva real llega a Cibeles, un equipo de Productores de Sonrisas, presentarán un fragmento de su espectáculo Circlassica y, como colofón a la cabalgata, habrá un espectáculo pirotécnico de fuegos artificiales que iluminarán el cielo de Madrid al ritmo de El Mesías de Handel.
Con el rito de la apertura de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro en el Vaticano, el Pontífice comienza este tiempo de gracia que se extenderá hasta el 6 de enero de 2026, según la disposición del Pontífice en la Bula de Indicción "Spes non confundit".
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